Esta afirmación tiene doble significado. El primero a destacar es que las crisis vitales ocurren. Me atrevo a decir que es algo intrínseco al ser humano. Por lo menos propias de un tipo de personas. Aquellas que se cuestionan en algún momento el sentido de su vida, de sus actos, sus decisiones…
El segundo significado responde a que las crisis, por agudas que sean, pasan, se desvanecen, dando lugar a nuevas conquistas personales.
Ahora bien, ¿una crisis siempre supone una conquista?
No necesariamente. Como he advertido anteriormente, puede surgir efecto si la persona afectada es capaz de cuestionarse a sí misma, si dicha persona está dispuesta a observarse y escucharse procesando lo que encuentra en sus adentros. Por el contrario si no atendemos de piel adentro, nos fijaremos en lo que acontece de piel afuera. Eso comportará señalar solo a la pareja (si la crisis se refleja en ésta). o se señalará como problema al contrato laboral si el conflicto se manifiesta en el trabajo, o hacia cualquier lugar en el que detectemos lagunas.
Y de esos van la crisis, de lagunas, del darse cuenta de las propias. Y ¡no!, No es una enfermedad, es una oportunidad que nos presenta la vida de actualizarnos, de ajustar mi yo real con la realidad de afuera.
Reconozco que no siempre es fácil mirarnos hacia adentro. A priori, uno imagina el acercarse a uno mismo como acercarse al filo del precipicio, viviendo el vértigo de toparse de lleno con la verdad, tu verdad. Esta sensación a veces asusta.
Sin embargo, ya sabemos que las crisis ocurren. Casi que resulta más natural haber vivido alguna a lo largo de una vida que haber logrado evitarlas.
A veces el antídoto a la crisis es vivir en una sofisticada mentira, pero ¿a quién le gustan las mentiras? Por lo general a nadie. Siguiendo esta lógica de la congruencia, ¿somos honestos con nosotros mismos o nos tapamos debajo la sábana de la mentira?, esa sábana tupida que esconde nuestras vergüenzas.
Pues sí, de eso van las crisis. De despertadores que pretenden que no llegamos tarde a nuestra cita con nosotros mismos. Una cita intima con tu honestidad. Confrontar todas tus partes para que se pongan de acuerdo en algo. O para que acepten lo que esté por venir.
Ahora bien, atender las lagunas que refleja la relación de pareja no se traduce necesariamente en dejar la pareja. Igual pasa con detectar lagunas en el trabajo, la solución no siempre es cambiar de trabajo, y así con otros avatares que se presenten en tu vida.
Una solución sustancial puede ser ese encuentro íntimo con un@ mism@. Darse cuenta de una vez por todas, quién vive bajo mi piel. O más bien, todas esas partes que componen mi ser.
¿Este encuentro conmigo mism@ qué ventajas supone?
Cada uno descubrirá las suyas. Quizás el que tiene por costumbre abandonar el barco cuando la marea se agita, detectará que es capaz de sostener el timón ante el temporal y que luego le compensa llegar al puerto escogido de antemano. Y no cambiar de rumbo al primer golpe.
Para los que se aferran por norma a cualquier elemento quizás aprenden que son capaces de soltar, de cambiar, de escoger por sí mismos y ser consciente que ellos escogen el barco, no el barco a ellos.
Para los que no quieren soltar porque sí, ni aferrarse porque sí . También hay ventajas. Pueden redescubrir pequeños permisos con grandes consecuencias:
- Concederse un tiempo a solas alejado de la pareja, del hijo, o del mundo.
- Solicitar las merecidas vacaciones a RRHH y no esperar que salga de ellos.
- Dedicarse espacios de salud de la mano de un buen profesional,
- Y un largo etc.